Estrenos online: crítica de «Remando como un solo hombre» («The Boys in the Boat»), de George Clooney (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Remando como un solo hombre» («The Boys in the Boat»), de George Clooney (Amazon Prime Video)

Basado en un caso real este drama sigue al equipo de remo de una universidad del oeste de Estados Unidos mientras compite con instituciones más tradicionales para conseguir un lugar en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Con Callum Turner y Joel Edgerton. Estreno en Amazon Prime Video el 29 de marzo.

Dirigida por George Clooney, THE BOYS IN THE BOAT tiene todo el aspecto de ser una película filmada a principios de los años ’80 con intenciones de conseguir nominaciones al Oscar. En ese espíritu épico, clásico y sentimental tan característico de la época, este drama sobre un equipo de remo de una universidad del estado de Washington a mediados de los años ’30 recuerda a títulos como CARROZAS DE FUEGO o similares, esas épicas historias deportivas contadas con música grandilocuente, frases para pósters y tensiones inesperadas de último minuto. De haberse estrenado treinta o más años atrás, sería una de las candidatas a mejor película contra cosas como GANDHI, EN LA LAGUNA DORADA, AFRICA MIA o LA FUERZA DEL CARIÑO.

Pero el tiempo, los modos de hacer cine y cierto realismo mezclado con cinismo han cambiado los códigos de este tipo de películas y REMANDO COMO UN SOLO HOMBRE –ya el título local duplica el carácter cursi de la propuesta– se siente como un producto de una época pasada. De hecho, por momentos hasta parece una película de los años ’40 o ’50, con los personajes y conflictos prototípicos, con las emociones que caen en el momento justo y con la música adecuada, y los rostros, gestos y reacciones levemente exagerados de este tipo de propuesta en la que hasta los extras sobreactúan un poco.

Dicho esto, creerán que odié la película. No, para nada. Me pareció, a su modo, impecable, en el sentido más clásico y hasta spielberguiano del término. Exige, sí, que el espectador capte ese tono, lo adopte y se lo crea, se ponga en código y se deje llevar por una típica historia de underdogs del deporte, ese equipo hecho con gente inexperta pero con hambre (literal, no de gloria) que llega mucho más lejos que lo que todos esperan. En este caso, superando diversas circunstancias personales, sociales y, sobre todo, el descreimiento por parte de la elite del remo estadounidense de que estos chicos de clase media caída a baja podían competir contra las universidades tradicionales… y hasta ganarles.

Ya de entrada la música de Alexandre Desplat deja en claro el tono de la propuesta, lo mismo que la escena inicial en la que un anciano mira al que suponemos su nieto hacer esfuerzos para remar en un río. El flashback nos lleva directo a mediados de la década del ’30, cuando Joe Rantz (Callum Turner), era un joven viviendo en lo más parecido que verán en Estados Unidos a un barrio carenciado a la latinoamericana. Es que, pocos años después de la Gran Depresión, había muchísima gente sin trabajo y sin hogar, viviendo en casuchas, en autos viejos y con los zapatos agujereados y la ropa gastada. Joe, de todos modos, iba a la universidad a estudiar, pero su mayor preocupación pasaba por conseguir un trabajo para pagar sus gastos y también sus estudios, ya que no podía contar con su familia porque no la tenía.

En medio de la desesperación por encontrar un trabajo, con su amigo Roger Morris (Sam Strike) se presentan a la selección del equipo de remo de la universidad. Nunca han remado –no tienen idea de nada–, pero saben que si quedan tendrán algo de dinero, casa y comida. Lo suficiente para sobrevivir. El duro entrenador Al Ulbrickson (Joel Edgerton) exige al medio de centenar de jóvenes que se presentan, de los que solo quedarán ocho, una larga y encomiable serie de esfuerzos. Y con muchos sacrificios ambos quedan en el equipo juvenil de la Universidad de Washington, empezando a entrenar con el equipo de alumnos mayores. A la par, claro, hay una chica rubiecita llamada Joyce (Hadley Robinson), que está enamorada de Joe desde la escuela primara y, bueno, ya saben cómo eran estas cosas en esas películas.

Solo que Joe no tiene tiempo ni para amoríos ni para camaradería. Si bien la película presenta al equipo como una unidad inquebrantable –ya desde el título local y de algunas cosas que dicen los personajes–, Clooney no pone demasiado énfasis en eso, más allá de algunas situaciones particulares con un par de compañeros, bien más tímidos o más despabilados que Joe. El problema de Rantz pasa por otro lado y no es necesariamente económico. Tiene que ver con asuntos de su propia historia que, convengamos, son tan previsibles como el resto de lo que se cuenta. Y es eso lo que lo ha convertido en un tipo de pocas palabras y un tanto hosco.

THE BOYS IN THE BOAT contará las distintas competencias que los jóvenes universitarios harán en la carrera, en apariencia imposible, por llegar a competir en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, manejados desde allí con mano férrea por Adolf Hitler. El siempre politizado Clooney no pone el eje tanto en ese hecho sino en cómo estos chicos sin recursos económicos que van a una universidad también limitada en presupuesto tienen que competir con los institutos más prestigiosos y mejor conectados de la costa este. En ese plano, esta puede ser vista como una historia acerca de cómo los desposeídos o los que menos tienen se pueden unir y darles batalla a los «hijos de papá» de bolsillos más profundos.

Si uno, repito, acepta el tono de la propuesta, el film funciona. Clooney es un buen narrador y organiza el relato con energía, humor y poniendo el énfasis donde hay que ponerlo: conflictos entre los remeros, entre los técnicos y las autoridades y, especialmente, en la relación que Joe tiene con un asistente de Al (Peter Guinness), un veterano constructor de botes que es el clásico anciano sabio que da los consejos justos en los momentos indicados mientras lleva a nuestro héroe a limpiar el piso, barnizar el bote y hacer otras tareas cotidianas en plan KARATE KID.


Clooney tiene más problemas para narrar las competencias de remo en sí, que están editadas de una manera más que confusa y difícil de seguir. A la larga no importa porque siempre es bastante evidente lo que pasará –aún con salidas tardías, enfermedades, lesiones y errores inesperados–, pero el problema es persistente cada vez que los botes salen al agua. Tampoco, es cierto, logra que la mayoría de los personajes presenten conflictos que no sean los obvios y superficiales, pero convengamos también que estas películas siempre se manejaron con un bajo nivel de complejidad psicológica. Es una épica de superación, de unidad, compañerismo y esfuerzo físico… y todo lo demás queda en segundo plano.

La carrera de Clooney como cineasta sigue dando sorpresas. El hombre, que apuntaba tiempo atrás a convertirse en uno de esos actores que lograban hacer una perfecta transición a la dirección (como Ben Affleck) ha ido llevando su carrera por lugares impensados. Si bien siempre tuvo un especial afecto por este tipo de americana (casi todas sus películas de un modo u otro pueden considerarse como tales), hay una diferencia entre las ambiciones de BUENAS NOCHES Y BUENA SUERTE o SECRETOS DE ESTADO y títulos más recientes como CIELO DE MEDIANOCHE y EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS. Más allá de eso, todas transpiran una nostalgia por un país que ya no es el que antes era. Uno al que lo único que puede salvar es volver a los códigos de hermandad y empatía de antaño. Es la única forma de remar contra la corriente.