Series: crítica de «Supacell», de Rapman (Netflix)

Series: crítica de «Supacell», de Rapman (Netflix)

Un grupo de jóvenes negros de Londres se van enterando que tienen superpoderes y que deben unirse para combatir un futuro que podría ser apocalíptico. Estreno de Netflix.

Una serie que intenta adaptar los códigos y tradiciones del género de los superhéroes a algo que se parece a la realidad cotidiana del South London, en la que viven inmigrantes y afrodescendientes ingleses, SUPACELL funciona en un interesante mitad de camino entre el entretenimiento más clásico y explosivo ligado a un grupo de personas con superpoderes con una reflexión un tanto más profunda sobre las distintas vidas y problemáticas de la comunidad negra en la Inglaterra de hoy.

Hay algo de historia de origen de unos «Avengers» o «Cuatro fantásticos» negros del sur de Londres en esta serie que presenta a un grupo de jóvenes británicos quienes, paralelamente, van descubriendo que tiene algún tipo de superpoder, todos ellos bastante clásicos. La serie, creada, producida y en algunos episodios dirigida por Rapman (nombre con el que se da a conocer el también rapero Andrew Onwubolu), anticipa de entrada el mundo en el que nos va a meter al presentar a Eddie Marsan como el aparente mandamás de algún tipo de organización secreta que tiene encerrada, en unas lujosas pero infranqueables prisiones, a un grupo de gente negra con algún tipo de poder. De movida nos queda claro que si alguien quiere escapar de ahí, será acribillado.

La serie nos irá presentando a los distintos personajes, cada uno con sus vidas y sus diferentes problemas. Michael (Tosin Cole), lo más parecido que SUPACELL tiene a un clásico protagonista, es un joven amable y simpático que hace deliveries y vive con su novia Dionne (Adelayo Adedayo), con la que quiere casarse. Pero cuando intenta evitar que lo ataque una bandita de narcos de un barrio peligroso descubre que puede viajar en el tiempo. Será así que, en uno de sus viajes a un futuro en apariencia apocalíptico, recibe como misión juntarse con otras cuatro personas también con poderes y evitar así que le suceda una desgracia.

De a poco conoceremos a esos otros personajes. Sabrina (Nadine Mills) es una enfermera de un hospital que se da cuenta, cuando quiere evitar que abusen de su hermana, que tiene la capacidad de mover personas y objetos con la mente. Tazer (Josh Tedeku) es un gangster barrial, un tipo bastante violento y agresivo, que descubre en un momento de necesidad que puede volverse invisible. También por necesidad, Andre (Eric Kofi-Abrefa), un padre divorciado que pasó por la cárcel y trata de mantener a su hijo adolescente sin conseguir trabajo, descubre que tiene mucha fuerza al destrozar un cajero automático. Y Rodney (Calvin Demba) es un dealer de poca monta que, apurado por las circunstancias, se da cuenta que tiene la velocidad como para ir de Londres a Edimburgo en un segundo.

La primera temporada de la serie consistirá en ver cómo cada uno de ellos descubre y lidia con sus poderes dentro de los conflictos que tienen en sus respectivas vidas cotidianas mientras Michael intenta saber quiénes son y, en lo posible, reunirlos. En paralelo, y muy de a poco, el guión nos va habilitando a conocer un poco más acerca de quiénes son, de dónde vienen, porqué tienen esos poderes y qué es lo que esa organización secreta quiere hacer –o ya está haciendo– con ellos.

De un modo similar al que lo hacen los estadounidenses Boots Riley (SORRY TO BOTHER YOU, SOY VIRGO), Juel Taylor (EL CLON DE TYRONE) o Jordan Peele en sus distintos proyectos, pero en un formato más tradicional, SUPACELL integra a su trama las problemáticas ya clásicas de cierta ficción fantástica de origen afrodescendiente que involucra distintos tipos de conspiraciones e intentos, por diferentes medios (drogas, enfermedades, mutaciones, etcétera), de controlar y subyugar a la raza negra. Es así que la serie va pasando de ser una suerte de drama sobre las vidas de cinco jóvenes negros del sur de Londres –con una banda sonora y un slang bien específico del lugar y el momento– a convertirse en un producto más típico de superhéroes.

Cuando la serie se deposita del todo en esos escenarios propios de Marvel pierde un poco de interés, ya que los conflictos y resoluciones son los ya usados en cientos de productos similares –desapariciones en el momento exacto, el viaje en el tiempo para evitar desgracias, la telekinesis y la fuerza utilizada de la forma más esperable– y las reglas de esos superpoderes no son, digamos, demasiado consistentes. Pero al plantar a los personajes en el mundo real –o una versión a lo Netflix del mundo real–, SUPACELL logra igualmente darle a toda la serie una consistencia dramática y una lógica interna que muchos de los productos más industriales de Hollywood ya perdieron por completo. Quizás, a la larga, se termine transformando en una serie más y muy convencional de superhéroes, pero mientras mantenga un pie sobre la tierra –o sobre el sur de Londres– seguirá siendo interesante.