Cannes 2024: crítica de “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”, de Hernán Rosselli (Quincena de Cineastas)

Cannes 2024: crítica de “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”, de Hernán Rosselli (Quincena de Cineastas)

por - cine, Críticas, Festivales
16 May, 2024 08:57 | Sin comentarios

La película del realizador argentino de «Mauro» es un retrato de una familia que se dedica al negocio de las apuestas ilegales en el Gran Buenos Aires. En la Quincena de Cineastas.

Utilizando una combinación muy refinada entre documental y ficción, Hernán Rosselli vuelve, en su tercer largometraje, al mundo del hampa organizadaodel sur del Gran Buenos Aires. Tanto en MAURO, su opera prima, como en ALGO VIEJO, ALGO NUEVO, ALGO PRESTADO, la expresión “hampa” puede sonar excesiva, pero en el fondo de eso se trata. Acá los protagonistas son una familia que se dedica a “levantar Quiniela” en la zona del Partido de Lomas de Zamora, más precisamente en Temperley. Para los que no conocen, el negocio consiste –o consistía originalmente, ahora tiene otros ribetes– en tomar apuestas para la Quiniela por fuera de la oficial, un universo paralelo en el que el estado no existe (salvo por los números ganadores) y todo se maneja clandestinamente. Si uno apuesta y gana, el “banquero” paga. Si uno pierde, se queda con tu dinero. Todo esto, claro, funciona porque no existe registro alguno del paso del dinero, porque se fía, se pueden apostar cifras mínimas y hasta por teléfono, entre otros arreglos paralelos.

Los Felpeto se dedican a eso. Tienen un grupo de “pasadores” o “levantadores” que toman las apuestas, las pasan telefónicamente y hacen sus negocios en barrios claramente demarcados entre sí. Cruzarlos puede implicar una guerra. En cierto modo los Felpeto son una versión pequeña y del Conurbano de LOS SOPRANO. Y la película los retrata de ese modo, mezclando los problemas personales con los profesionales. Y mezclando gente real (o nombres de personas reales) con personajes ficticios. Qué es cada cosa será algo para determinar por el espectador, pero Rosselli deja pistas sueltas para quien quiera tomarlas.

Todo empieza con material grabado en video de los años ‘80. Esas grabaciones muestran a Hugo y a Alejandra en su juventud, su boda, con la pequeña Maribel y en otras circunstancias ligadas a su vida. La voz en off de Maribel va trayendo la historia a la actualidad, con ella ya adulta y metida en «el negocio familiar». Es que Hugo, su padre, manejó el asunto de las apuestas ilegales en la zona desde entonces, pero hace poco ha muerto de un modo inesperado, por lo que su esposa y su hija tuvieron que hacerse cargo de todo. 

Si bien la vida cotidiana parece normal –amigos, familiares, cumpleaños, asados, salidas a bailar y con amigos–, en el día a día madre e hija tienen que lidiar con varios asuntos complicados: un conocido tiene a uno que pasa quiniela para una banda rival, la amenaza más o menos concreta de allanamientos de la policía (ya verán a qué viene lo de “más o menos”), la dificultad de “blanquear” buena parte del dinero ganado y las tensiones propias de un negocio en el que cada tanto salen a la luz las armas de fuego y alguno puede caer de modo inesperado.

A eso, Rosselli le agrega otra subtrama, de índole más personal. Husmeando en las redes sociales de su fallecido padre, Maribel cree descubrir un secreto suyo: en apariencia el tipo tenía otra familia o un hijo con otra mujer. La chica se contacta con este tipo –que, convengamos, es bastante parecido a su padre– y empieza a acercarse a él sin revelar sus motivos reales. Y buena parte del film se irá en explorar esa compleja relación, que se va enrareciendo con el paso del tiempo.

Como en MAURO, Rosselli narra de modo oblicuo, llevando al espectador a unir piezas y trazar linajes por su cuenta, sin dar demasiadas pistas de nada. Ni siquiera –y esto acaso sea lo que más sorprenderá a los espectadores— respecto a qué es real y qué no dentro del film. Es que los registros documentales, los actores y la voz en off son tan creíbles y concretos que resulta muy difícil saber dónde termina una cosa y empieza la otra. ¿Es posible estar viendo un documental sobre el día a día de una organización delictiva contado desde adentro? ¿O es todo una elaborada y bien manipulada ficción que se inventa a partir de material documental de archivo?

Más allá de lo que crea cada espectador al respecto, lo importante de ALGO VIEJO, ALGO NUEVO, ALGO PRESTADO –título con más alusiones de las que parece tener– es que es creíble, se siente verdadera, late como algo real que sucede bajo nuestras narices. Como lo hacía en MAURO, Rosselli tiene un notable ojo para los detalles de los submundos del Conurbano ligados al crimen y de las vidas de los personajes que viven dentro de ellos. Y las grabaciones de archivo no hacen más que reforzar esa potencia. Si los “Felpeto” existen o no como los Soprano de Temperley es secundario, lo relevante es que uno se lo creerá.

Pero no es ese el único logro del tercer film de Rosselli. La película es un retrato de un mundo y una economía paralela, una que funciona por fuera del mercado formal y de los trabajos “en blanco”, una Argentina con sus propias reglas y códigos barriales inquebrantables. Allí donde la policía puede ser amiga y enemiga a la vez, un pariente puede ser un traidor y el dinero –principal protagonista del cine de Rosselli, al margen del documental CASA DEL TEATRO— tiene un “bressoniano” peso que conduce al resto de la trama y organiza todas las relaciones entre los personajes.

O casi todas. Es que la subtrama familiar no solo posibilita un acercamiento más personal a la vida de los Felpeto sino que habilita toda otra serie de códigos de silencio que ni siquiera el propio Rosselli parece decidido a romper del todo. De la manera esquiva y lateral en la que el director y experimentado editor tiende a narrar, acá las elipsis, lo que no se dice y se da entender es tan o más importante que lo que vemos en la pantalla. Es el lenguaje privado de esos submundos que corren en paralelo a la realidad cotidiana que creemos ver en las calles. Como decía el personaje de Ricardo Darín en NUEVE REINAS, en ALGO VIEJO... todo ese otro mundo “está ahí, pero no lo ves”. El truco de magia está delante de los ojos del espectador, pero es probable que uno esté ocupado mirando otra cosa.