Festival de Shanghai: crítica de «Armand», de Halfdan Ullmannn Tøndel

Festival de Shanghai: crítica de «Armand», de Halfdan Ullmannn Tøndel

por - cine, Críticas, Festivales
15 Jun, 2024 06:12 | Sin comentarios

Una agresión de un chico a otro lleva a las autoridades de una escuela a reunir a los padres de ambos con consecuencias imprevisibles en esta opera prima del nieto de Ingmar Bergman protagonizada por Renate Reinsve y premiada con la Cámara de Oro en el Festival de Cannes.

Los pasos a seguir en la carrera de Halfdan Ullmannn Tondel se presentaban complicados. Nieto de Ingmar Bergman y Liv Ullmann, al hombre le han puesto un poco de presión encima solo por portación de apellidos ilustres. Si se juzga méritos por premios, habría que decir que tras ganar la Camara de Oro en el Festival de Cannes, los de su opera prima son muchos. Pero si se los otorga más por merecimientos, al menos desde esta humilde opinión, el asunto se vuelve bastante más discutible.

Más allá de premios y de lazos familiares, la película de Ullmann Tøndel se siente más como un ensayo de habilidades en desarrollo que como un film con una idea y un recorrido claros. Plantea una situación fuerte y lo hace con un tono extraño, personal, pero esa rareza que le da un toque bastante particular durante su primera mitad empieza a recargarse muchísimo más en su segunda hora hasta volverse casi insoportable. Hay un drama humano inquietante y psicológico que luego se transforma en una especie de juego entre coreográfico, experimental y onírico que pertenece a otra película, una que tiene apenas lazos con la inicial. Lazos que están más en la cabeza del realizador y en los esfuerzos de la protagonista que en la construcción cinematográfica propiamente dicha.

ARMAND es el nombre de un niño de seis años al que no vemos pero del que escuchamos hablar por parte de su maestra y autoridades del colegio. Parece que Armand, que es un chico problemático. estuvo involucrado en un asunto complicado con un compañero, y que, aunque nadie quiera hacerlo, habrá que convocar a la madre a una reunión. Todo se maneja en un tono incómodo. A la maestra Sunna (Thea Lambrechts Vaulen), el personaje más realista y creíble de toda la película, la situación la pone nerviosa, mientras que al director de la escuela, Jarle (Øystein Røger) y a su colega Ajsa (Vera Veijovic), directamente los enferma: él suda copiosamente y a ella le sangra la nariz. ¿Hijo de quién es y qué es lo que hizo Armand para poner a todos tan nerviosos?

En el modo elíptico en el que Ullmann cuenta su historia, de a poco se va adivinando qué pasa. Armand es hijo de Elisabeth (la rápidamente consagrada intérprete noruega Renate Reinsve, protagonista de LA PEOR PERSONA DEL MUNDO), que es una actriz famosa con un pasado turbulento o complicado con la que, parece, nadie quiere tener que lidiar. Eso, da la impresión, enerva a los docentes, que quieren que nada de todo esto pase a mayores o se haga público, Pero Anders (Endre Hellestveit) y Sarah (Ellen Dorrit Petersen), los padres del chico agredido, quieren hacer un reclamo formal y poner fin a los comportamientos de Armand. Y la confrontación se vuelve inevitable.

Entre nerviosas presentaciones, reclamos y quejas, sale a la luz qué fue lo que habría sucedido. De ahí en adelante, Ullmann empieza a abrir más y más las compuertas de lo enrarecido. No del caso en sí –o no en principio–, pero sí de los protagonistas, ya que ARMAND va incluyendo escenas que empiezan a develarse como probablemente oníricas, especialmente cada vez que alguno de los protagonistas sale del cuarto para uno de los tantos forzados pero significativos «cuartos intermedios» del debate escolar. En cierto modo, lo que el realizador hace es presentar una situación propia de un drama social y familiar en el marco de una escuela y transformarlo en un estudio psicológico sobre una mujer al borde de unos cuantos ataques de nervios.

Ese clima enrarecido que presenta ARMAND en su primera parte genera incomodidad y extrañeza, pero hasta cierto punto son bienvenidos. ¿Qué le pasa a Elisabeth que de golpe tiene largos ataques de risa que no parecen terminar nunca? ¿Por qué no para de sangrarle la nariz a Ajsa? ¿Qué hay en la historia previa del trío que hace que todo lo que pasó, o suponen que pasó, entre sus hijos, provoque tantas miradas y palabras cargadas de resentimiento y nervios? Ese riesgo en la puesta está dentro de los límites de cierto realismo, con un director que se atreve a ir a los márgenes de la comedia negra y hasta absurda para hablar de un tema serio como puede serlo una agresión, en apariencia de carácter sexual, de un chico hacia otro.

Pero Ullmann, quizás suponiendo que la portación de apellidos lo obligaba sí o sí a entrar en escenarios de perturbaciones más profundas y casi le exigía mostrar recursos estilísticos de mayor «conexión familiar», va poniendo el acento cada vez más en la perturbación personal de todos los presentes para transformar la película en algo así como en una pieza de ballet, utilizando los pasillos y salones de ese enorme colegio como si fueran los pasadizos de la mente de un grupo que carga con una pesada herencia familiar y la sigue complicando más y más con cada nueva generación.

Para Reinsve –bah, para toda actriz haciendo de actriz– se trata de un personaje que le permite darlo todo, pasando por decenas de emociones, de la frialdad al llanto, de la risa al baile, del silencio huraño a la seducción más desaforada. Y la chica lo deja todo en pos de una película que va perdiendo sentido con el correr de los minutos –hay una escena particularmente coreográfica, cerca del final, que dividirá espectadores entre los que sigan fascinados con la propuesta y los que piensen que Ullmann se pasó tres pueblos– y en la que ya se ha olvidado el sentido inicial.

Por querer ser más original y personal que la mayoría, ARMAND se termina extrañamente volviendo una película obvia y, en su estilo arthouse de la vieja guardia, convencional. Es que, más allá del circo de tres pistas que arma sobre una historia pequeña que no necesitaba tanto alboroto, todo lo que se le quiere agregar, en realidad, quita. Aquello de «más que sumar, resta» define a la perfección casi todo lo que pasa en esta película después de su sugerente primera hora. Pecados de operaprimista, quizás. Se verá si el Ullmann del futuro es el que empezó a contar esta historia o el que la terminó.